Vísperas.

Hace una semana que comenzaron. Mientras por Cádiz todavía sonaban cuplés, pitos y bandurrias, en Sevilla se imponía la ceniza en la frente para recordarnos que polvo somos y polvo volveremos a ser, y que mientras dure el viaje debemos vivirlo con fe y Esperanza.

Comienza el tiempo de vísperas de los días del gozo, el tiempo de la luz creciente, de la tibieza que vuelve para prepararnos los cuerpos que han de alcanzar la gloria en los días sagrados, anunciados por las cornetas de sus vencejos de Primavera.

Son días de mañanas templadas y cálidos atardeceres, de primeros azahares que nos sorprenden en una esquina y nos retrotraen a lo eterno que subyace en nosotros, de incienso por los alrededores del Salvador y niños correteando por su rampa, de ilusiones renovadas encarnadas en altos capirotes de la calle Alcaicería y Puerta Carmona, de torrijas, nazarenos de caramelo y pasitos de juguete tras el cristal de La Campana, de telas, escudos, oro y terciopelos en calle Francos…

Días anunciados por el quejío de Manuel Centeno y su «Silencio pueblo cristiano…» en Saeta (la revista hablada de la Semana Santa), con las voces inconfudibles de Chano Amador y José Manuel del Castillo, por la marcha «Macarena» y un golpe de llamador en Canal Sur Radio y por «Virgen de las Aguas» en RadioSevilla.

Éste es el tiempo en el que los cuerpos se desperezan después de un oscuro invierno y celebran la llegada de la luz, le da la bienvenida, la abraza y la acoge dentro de su ser para volver a hacerla suya, nuestra. Días de quinarios y protestaciones de fe, de viacrucis, de pregones, de conciertos, de ensayos, de tertulias aliñadas con cerveza y pescao frito en la Macarena y San Lorenzo, de pavías de bacalao y espinacas en el Rinconcillo, de vino dulce en el Perejil…

Algunos cofrades dicen que prefieren esta época previa a la Semana Santa porque cuando la Semana Santa llega es cuando empieza a acabarse, hasta ahí llega la intensidad de esta pasión, que uno no quiere ni que empiece por temor a que se acabe. Algunos dirán que qué frikis, o que están (estamos) locos. Nada de eso. Al contrario, tiene todo el sentido. De hecho, está científicamente demostrado.

Mi admirado Eduardo Punset, después de diversas entrevistas con científicos y estudios realizados, llegó a la conclusión (no él, sino los científicos que hacen la ciencia que él se encarga de divulgar) de que la felicidad se encuentra en la sala de espera de la felicidad. Para explicar ésto ponía como ejemplo lo contento que se ponía su perro cuando sabía que iba a comer y esperaba la comida. La mascota se ponía nerviosa, agitaba la cola y daba saltos de alegría cuando veía a su dueño con el plato de comida, pero cuando se ponía a comer toda esa alegría pasaba y se calmaba.

Esto demuestra y explica que no estamos locos, que no somos unos frikis, que este tiempo que ha comenzado, la Cuaresma, las vísperas del gozo, constituyen nuestra sala de espera de la felicidad y que, por tanto, en ella somos dichosos.

Aprovechad el momento, gozad de estos días, Carpe Diem, porque en un abrir y cerrar de ojos, In Ictu Oculi, los días del gozo abrán llegado y todo abrá empezado a acabarse.

Escaparate de Cuaresma de la confitería La Campana


Una respuesta a «Vísperas.»

  • Javi

    Me alegra de tener noticias tuyas. No me retiro. Esto es la reflexión pública de un compañero que se ha retirado.

    Me alegra que retomes tu blog.

    Un fuerte abrazo también.

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